ARQUIMEDES,
LA INTENSIDAD DE LA CONCENTRACIÓN
ESPIRITUAL
Cuando la ciudad siciliana de Siracusa, al cabo de largo sitio,
fue conquistada, y los soldados, penetrando en ella, empezaban a saquearla, uno
de ellos entró en la casa de Arquímedes. Halló al gran matemático en medio de
su jardín, donde con un bastón dibujaba figuras geométricas en la arena. Apenas
lo distinguió, el asesino se abalanzó sobre él con la espada desnuda, pero el
pensador ensimismado en sus problemas, sólo murmuraba, sin volver la cabeza:
«No alteres mis círculos». En su estado de concentración creadora, Arquímedes
sólo se había apercibido de que algún extraño pudiera destruir las figuras
geométricas que acababa de dibujar en la arena. No sabía que aquel pie era el
de un soldado dispuesto a saquear y asesinar, no sabía que el enemigo había
ocupado ya la ciudad, no había oído las fanfarrias marciales ni los gritos de
los vencedores, ni los estertores de sus compatriotas asesinados. No se daba
cuenta de la amenaza que se cernía sobre su propia vida, pues en aquel instante
de extrema concentración no se hallaba en Siracusa, sino en su problema
matemático.
Tomado de: «El misterio de la creación
artística» Stefan Zweig
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