Microficciones
de Juan José Arreola
CUENTO
DE HORROR
La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo
soy el lugar de sus apariciones.
DIÁLOGO
CON BORGES
La última vez que nos encontramos Jorge Luis
Borges y yo, estábamos muertos. Para distraernos, nos pusimos a hablar de la
eternidad.
TEORÍA
DE DULCINEA
En un lugar solitario
cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó la vida eludiendo a la
mujer concreta. Prefirió el goce manual de la lectura, y se congratulaba
eficazmente cada vez que un caballero andante embestía a fondo uno de esos
vagos fantasmas femeninos, hechos de virtudes y faldas superpuestas, que
aguardan al héroe después de cuatrocientas páginas de hazañas, embustes y despropósitos.
En el umbral de la
vejez, una mujer de carne y hueso puso sitio al anacoreta en su cueva. Con
cualquier pretexto entraba al aposento y lo invadía con un fuerte aroma de
sudor y de lana, de joven mujer campesina recalentada por el sol.
El caballero perdió
la cabeza, pero lejos de atrapar a la que tenía enfrente, se echó en pos a
través de páginas y páginas, de un pomposo engendro de fantasía. Caminó muchas
leguas, alanceó corderos y molinos, desbarbó unas cuantas encinas y dio tres o
cuatro zapatetas en el aire.
Al volver de la
búsqueda infructuosa, la muerte le aguardaba en la puerta de su casa. Sólo tuvo
tiempo para dictar un testamento cavernoso, desde el fondo de su alma reseca.
Pero un rostro polvoriento de pastora se lavó con lágrimas verdaderas, y tuvo
un destello inútil ante la tumba del caballero demente.
TOPOS
Después de una larga
experiencia, los agricultores llegaron a la conclusión de que la única arma
eficaz contra el topo es el agujero. Hay que atrapar al enemigo en su propio
sistema.
En la lucha contra el
topo se usan ahora unos agujeros que alcanzan el centro volcánico de la tierra.
Los topos caen en ellos por docenas y no hace falta decir que mueren
irremisiblemente carbonizados.
Tales agujeros tienen
una apariencia inocente. Los topos, cortos de vista, los confunden con
facilidad. Más bien se diría que los prefieren, guiados por una profunda
atracción. Se les ve dirigirse en fila solemne hacia la muerte espantosa, que
pone a sus intrincadas costumbres un desenlace vertical.
Recientemente se ha
demostrado que basta un agujero definitivo por cada seis hectáreas de terreno
invadido.
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