Ruleta rusa (microficción)
Suspenso, emoción, el realismo nunca fue más trepidante en la historia de la televisión. Por fortuna logré una silla para presenciar en directo el juego de «la ruleta rusa».
Para aminorar el riesgo, se introdujo al azar —con certificación de notario— una bala de verdad, por sesenta de fogueo. Era el séptimo día de emisiones ininterrumpidas.
El índice de audiencia señaló un registro histórico para un programa en vivo.
Andrés caminó hasta el plató, imperturbable, tomó el arma.
Los apostadores estallaron, segundos después, cuando se levantó la tapa de los sesos.
Pasada la conmoción, me dirigí a la oficina central para cobrar el generoso seguro de vida ofrecido a Andrés como participante voluntario.
Camino a casa, pensé:
«¡Fue un gran padre para mis hijos!»
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