ENTRE
LA ESPADA Y LA PARED
El
espacio que queda entre la espada y la pared es exiguo. Si huyendo de la
espada, retrocedo hasta la pared, el frío del muro me congela; si huyendo de la
pared, trato de avanzar en sentido contrario, la espada se clava en mi
garganta. Cualquier alternativa, pues, que pretenda establecerse entre ellas,
es falsa, y como tal, la denuncio. Tanto el muro como la espada sólo pretenden
mi aniquilación, mi muerte, por lo cual me resisto a elegir. Si la espada fuera
más benigna que el muro, o la pared, menos lacerante que el filo de aquella,
cabría la posibilidad de decidirse, pero cualquiera que las observe –la espada,
la pared– comprenderán enseguida que sus diferencias son sólo superficiales. Sé
que tampoco es posible dilatar mi muerte tratando de vivir en el corto espacio
que media entre la pared y la espada. No sólo el aire se ha enrarecido, está
lleno de gases y de partículas venenosas: además, la espada me produce pequeños
cortes (que yo disimulo por pudor) y el frío de la pared congestiona mis
pulmones, aunque yo toso con discreción. Si consiguiera escurrirme (imposible
salvación), la espada y el muro quedarían enfrentados, pero su poder, faltando
yo entre ambos, habría disminuido tanto que posiblemente el muro se derrumbara
y la espada enmoheciera.
Pero
no existe ningún resquicio por el cual pueda huir, y cuando consigo engañar a
la espada, la pared se agiganta, y si me separo de la pared, la espada avanza.
He
procurado distraer la atención de la espada proponiéndole juegos, pero es muy
astuta, y cuando deja de apuntar a mi garganta, es porque dirige su filo hacia
mi corazón. En cuanto al muro, es verdad que a veces me olvido que se trata de
una pared de hielo, y, cansado, busco apoyo en él: no bien lo hago, un
escalofrío mortal me recuerda su naturaleza.
He
vivido así los últimos meses. No sé por cuánto tiempo aún podré evitar el muro,
la espada. El espacio es cada vez más estrecho y mis fuerzas se agotan. Me es
indiferente mi destino: si moriré de una congestión pulmonar o me desangraré a
causa de una herida; esto no me preocupa.
Pero
denuncio definitivamente que entre la espada y la pared no existe un lugar
donde vivir.
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