jueves, 29 de abril de 2021

LA NIÑA, LA PUTA Y TÚ, Emerio Medina Peña

 

LA NIÑA, LA PUTA Y TÚ

Emerio Medina Peña

 


Tú nunca te quedas en el cuarto con la puta cuando los hombres entran. Tú no eres como ella. Tú eres otro tipo de gente. Otra clase de mujer. Eso lo tienes más que claro. Eso lo has sabido siempre.

Cuando los hombres entran, tú siempre los dejas solos con la puta. Los dejas solos con ella y te vas a caminar un poco. Andas por el barrio mirando a la gente que te ve pasar. Miras las casas con verjas y jardines. Las casas buenas del barrio con tanto color y tanta luz por dentro. Ninguna es como la tuya. La tuya es ese cuarto sin jardín y sin color. En ese cuarto sin jardín y sin color es donde la puta se ríe con los hombres.

Pero tú nunca te quedas en el cuarto. Te retiras de allí cuando los hombres llegan. Sales a dar una vuelta y los dejas solos con la puta. Caminas un poco por el barrio y te detienes a mirar las ventanas de la escuela. Te detienes a oír y te llega la voz de la niña.

La voz te llega entre todas las voces. Eso que llega y te martilla es la voz de la niña. Te ríes un poco recordando las cosas que la niña te cuenta. Ella siempre dice algo que te hace reír aunque no quieras. Te ríes siempre de sus cosas aunque tengas ganas de llorar. Aunque recuerdes que la puta se ríe con los hombres en tu cuarto.

A ti nunca te ha gustado reírte con la puta. Las cosas que la puta te cuenta te dan ganas de llorar. A ti te pueden acusar de cualquier cosa en el barrio junto quien menos de reírte con ella. A ti de cuántas cosas te acusó la gente. Pero no importa. A ti la gente nunca te dio nada.

La gente vive encerrada en sus casas con jardines y verjas. Siempre te ven pasar y te acusan de algo nuevo. La gente nunca se preocupó por ayudarte. Te criticaron, sí. Te criticaron. Siempre lo han hecho.

Te criticaron cuando quedaste embarazada. Cuando alguien preguntó quién era el padre y no supiste qué decir. Cuando te crecía la barriga y no pudiste ir más a la escuela. Te criticaron después cuando nació la niña y pedías que te ayudaran a criarla.

A ti nadie en este barrio te ayudó. Nadie vino a verte llorar en ese cuarto. A preguntar si te hacía falta cualquier cosa. A ti solo te miraban pasar entre las casas con jardines y verjas.

Y tú tratando de vivir. Tú tratando de salir adelante. Tú con la niña tratando de que las dos vivieran. Ella lo sabe todo. Sí, la puta. Todo es más fácil desde que ella apareció. Y a ti no te gustan las cosas de la puta. No quieres esa vida para ti. Tú quieres algo más. Siempre estabas queriendo otra cosa, pero la niña estaba allí.

La niña pedía cosas y solo la puta podía resolverlas. Tú no. Tú nunca podías nada. Tú sin un trabajo no podías. Sin alguien que ayudara un poco. Tú sola en ese cuarto con la niña. Tú pensando y pensando y mirando las  cosas que hacían falta. Tú esperando que la vida fuera otra. Tú recordando a los hombres del barrio que ofrecían ayudarte. Y qué podías hacer tú. Tú nada puedes todavía.

Pero la puta, sí. Ella se encierra con los hombres en el cuarto y tú te vas a dar unas vueltas por ahí. Te detienes cerca de la escuela y  miras las ventanas de las aulas. La voz de la niña te llega entre todas las voces y  te martilla en los oídos. Por dentro ríes un poco cuando oyes la voz de la niña. Te ríes un poco y piensas en la puta.

La puta y tú lloran juntas en el cuarto cuando se van los hombres. La puta tiene cosas que no entiendes. La puta llora un poco y te hace llorar a ti con las cosas que te cuenta. Y tú la dejas llorar porque no puedes hacer otra cosa. Pero tú no quieres que la puta llore delante de la niña. Tú le dices que no, que llore para ti, y tú con ella.

Cuando la niña llega de la escuela te cuenta cosas que te hacen reír. Y tú te ríes bastante con la niña. Te ríes de las cosas que te cuenta. Y ríen las tres dentro del cuarto: la niña, la puta y tú.

 

 

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