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Chuck Palahniuk
AL
SEÑOR KENNETH MACARTHUR
DIRECTOR
DE COMUNICACIÓN CORPORATIVA
CUCHILLOS KUTTING-BLOK, S.
L.
Querido señor
MacArthur:
Para su información,
fabrican ustedes un cuchillo magnífico. Un cuchillo excelente.
Ya es bastante duro
dedicarse profesionalmente a la cocina sin tener que aguantar un mal cuchillo.
Va uno a hacer un allumette de patata perfecto, que es más fino que un lápiz. O
el corte che-veu perfecto, que tiene un diámetro como el de un cable, o sea, la
mitad de grueso que una patata frita. Uno se gana la vida cortando zanahorias
brunoisette con la sartén para el salteado muy caliente y la mantequilla ya
esperando, y con la gente pidiendo a gritos las patatas cortadas estilo
minunette, y uno descubre enseguida la diferencia entre un mal cuchillo y un
Kutting-Blok.
Cuántas historias
podría contarle. Cuántas veces sus cuchillos me han salvado el pellejo. Pásese
usted ocho horas haciendo chiffonade de endibias belgas y podrá hacerse una
idea de cómo es mi vida.
Con todo, no falla
nunca, uno puede pasarse el día torneando zanahorias enanas, cortando todas y
cada una en forma de pelotas de fútbol perfectas de color naranja, y la única
que te sale mal, esa zanahoria aterriza en el plato de un cocinero fracasado,
un don nadie con una licenciatura en hostelería conseguida en una universidad
de repesca, un simple trozo de papel, y que ahora se cree crítico de
restaurantes. Un gilipollas que apenas sabe masticar y tragar y va y escribe en
el periódico de la semana siguiente que el chef de Chez Restaurant no sabe
tornear bien las zanahorias.
Alguna puta que
ningún responsable de catering contrataría siquiera para cortar champiñones
estilo flauta se dedica a poner por escrito que mis chirivías estilo bátonnet son
demasiado gruesas.
Esos vendidos. No,
siempre es más fácil buscarle defectos a todo que ponerse a cocinar.
Cada vez que alguien
pide las patatas dauphinoise o el carpaccio de buey, sepa usted que hay alguien
en nuestra cocina que dice una pequeña oración de agradecimiento por los
cuchillos Kutting-Blok. Por su perfecto equilibrio. Por su mango remachado.
Claro, toquemos
madera, a todos nos gustaría ganar dinero trabajando menos. Pero venderse,
hacerse crítico, ponerse a uno mismo en el papel de sabelotodo y dedicarse a
lanzar golpes bajos a la gente que todavía intenta ganarse la vida pelando
lenguas de ternero... mondando grasa de riñones... arrancando membrana de
hígado... mientras esos críticos están sentados en despachos bonitos y limpios
y se dedican a escribir sus quejas tecleando con sus dedos bonitos y limpios...
eso no está bien.
Por supuesto, no deja
de tratarse de la simple opinión de esos tipos. Pero ahí está, publicada al
lado de las noticias de verdad —las hambrunas y los asesinos en serie y los
terremotos—, y todo lo imprimen con tipografía del mismo tamaño. Alguien
quejándose de que la pasta no estaba del todo al dente. Como si su opinión
fuera un Acto de Dios.
Una garantía
negativa. Lo contrario de un anuncio.
En mi opinión, los
que pueden hacer algo, lo hacen. Y los que no, se quejan.
No es periodismo. No
es objetivo. No es informar, es juzgar.
Esos críticos no
podrían cocinar una comida estupenda ni aunque les fuera la vida en ello.
Fue con esta idea en
mente como empecé mi proyecto.
No importa lo bueno
que seas, trabajar en una cocina es una muerte lenta por un millón de cortes
diminutos a cuchillo. Diez mil pequeñas quemaduras. Escaldaduras. Pasarse la
noche de pie sobre un suelo de cemento, o caminando por suelos grasientos o
mojados. Síndrome de túnel carpiano, lesiones nerviosas de tanto remover y
cortar y servir con cuchara. Quitar las venas a un océano de gambas bajo el
agua helada. Dolores en las rodillas y venas varicosas. Lesiones por estrés
muscular en la muñeca y el hombro. Dedicarse profesionalmente a hacer calamares
rellenos perfectos es una vida entera de martirio. Una vida invertida en
conseguir el ossobuco alia milanese ideal es una muerte por tortura larga y
lenta.
Con todo, no importa
lo endurecido que puedas estar, que te elija públicamente un periodista de la
prensa o de internet no es agradable.
De esos críticos de
internet, los hay a patadas. Solamente hay que tener boca y un ordenador.
Eso es lo que tienen
en común todos mis objetivos. Es una suerte que la policía no trabaje de forma
un poco más coordinada. Podrían fijarse en un periodista freelance de Seattle,
un estudiante que hace reseñas en Miami, un turista del Medio Oeste que cuelga
su opinión en una página web de viajes... Hay una serie de elementos comunes en
los dieciséis objetivos que he cumplido hasta ahora. Y también están todos mis
años de motivación.
No hay mucha
diferencia entre deshuesar un conejo y a un tío sobrado que escribe un blog y
que ha dicho que tu costatine al finocchio necesitaba más vino de Marsala.
Y gracias a los
cuchillos Kutting-Blok. Sus cuchillos forjados para tornear cumplen ambas
funciones de maravilla, sin causar esa fatiga en la mano y en la muñeca que uno
acaba teniendo si usa un cuchillo de mondar troquelado menos caro.
Del mismo modo,
limpiar un churrasco y despellejar a la rata que colgó un artículo diciendo que
tu buey Wellington estaba estropeado debido al exceso de foie gras, son dos
tareas que se hacen más deprisa y con menos esfuerzo gracias a la hoja flexible
de su cuchillo de veinte centímetros para cortar filetes.
Fácil de afilar y
fácil de limpiar. Sus cuchillos son un regalo del cielo.
Son los objetivos los
que siempre resultan una gran decepción. No importa lo poco que uno espere
cuando conoce a esa gente cara a cara.
No hacen falta más
que unos cuantos elogios para conseguir una cita con ellos. Sugerir la clase de
compañía sexual que puedan estar deseando. O mejor todavía, sugerir que eres el
redactor jefe de una revista de tirada nacional y que quieres llevar su voz al
mundo entero. Ensalzarlos. Darles la gloria que ellos tanto merecen. Elevarlos
a la prominencia. Toda esa atención de mierda, les ofreces la mitad y ellos se
reúnen contigo en el callejón a oscuras que tú les digas.
En persona, siempre
tienen los ojos pequeños, unos ojos que son como canicas negras metidas en el
ombligo de un gordo. Gracias en parte a los cuchillos Kutting-Blok, su aspecto
mejora y acaban viéndose limpios y cortados y con guarnición. Carne lista para
ser usada para algo útil.
Después de arrancar
las vísceras frías de un centenar de pintadas, no tiene mucho misterio rajar la
barriga de un periodista freelance que escribió en una guía local de ocio que
tus empanadillas de escarola y feta no estaban bien de textura. No, el cuchillo
de chef de veintiocho centímetros de Kutting Blok hace que sea una tarea tan
fácil como destripar una trucha o un salmón o cualquier pescado redondo.
Es extraño, las cosas
que se le quedan a uno en la mente. Echas un vistazo al tobillo blanco y
delgado de alguien y puedes imaginar cómo debió de ser de niña en la escuela,
antes de que aprendiera a ganarse la vida atacando la comida. O bien los
zapatos marrones que llevaba otro crítico, tan lustrados que recordaban a la
capa de caramelo de una créme brúlée.
Es la misma atención
a los detalles que ponen ustedes en cada cuchillo.
Esta es la atención y
el cuidado que yo solía poner en mi trabajo de cocinero.
Con todo, por mucho
que me ande con cuidado, es una simple cuestión de tiempo que me atrape la policía.
Sabiendo esto, mi único temor es que los cuchillos Kutting-Blok queden
asociados en la mente del público con una serie de hechos que la gente puede
malinterpretar.
Demasiada gente verá
mi preferencia como una modalidad de promoción. Como si Jack el Destripador
estuviera haciendo un anuncio para la televisión.
Ted Bundy para la
marca de cuerdas Tal y Tal.
Lee Harvey Oswald
vendiendo rifles de la marca Tal y Tal
Una modalidad
negativa de promoción, es cierto. Tal vez incluso algo que podría dañar la
cuota de mercado de ustedes y sus ventas netas. Sobre todo en la próxima
temporada navideña de ventas al detalle.
Es algo que hacen por
rutina todos los periódicos grandes, en cuanto se enteran de que ha habido un
desastre aéreo importante -una colisión en medio del aire, un secuestro, un
coche en la pista de despegue-, saben que tienen que retirar todas las
publicidades grandes de las líneas aéreas de ese día. Porque en cuestión de
minutos todas las compañías aéreas llamarán para cancelarlas, aunque eso
implique pagar toda la tarifa por un espacio que no van a usar. Y luego llenan
el espacio en el último minuto con un anuncio promocional gratuito de la
Sociedad del Cáncer de América o de la Distrofia Muscular. Porque ninguna línea
aérea se quiere arriesgar a que la asocien con las terribles noticias de ese
día. Con los centenares de muertos. A que la asocien con esas cosas en la mente
del público.
No hay que esforzarse
mucho para acordarse de lo que los llamados Asesinatos del Tylenol hicieron con
las existencias de ese producto. Con siete personas muertas, la retirada de su
producto en 1982 le costó a Johnson and Johnson ciento veinticinco millones de
dólares.
Esa clase de
promoción negativa es lo contrario de un anuncio. Como lo que hacen los críticos
con sus reseñas insidiosas, impresas solamente para demostrar lo listos y
amargados que se han vuelto.
Los detalles de cada
objetivo, incluyendo el cuchillo utilizado, siguen frescos en mi memoria. A la
policía le costaría muy poco hacerme confesar, poniendo así en conocimiento del
público la amplia gama de los excelentes cuchillos de ustedes que he usado y
con qué propósitos.
Y después de eso, la
gente se referiría ya siempre a «Los Asesinatos de los Cuchillos Kutting-Blok»
o al «Asesino en Serie del Kutting-Blok». Su empresa es mucho más conocida que
un pobre tipo anónimo como yo. Ustedes ya tienen cuchillos en muchísimas cocinas.
Sería una lástima horrible ver todas sus generaciones de calidad y trabajo duro
estropeadas por culpa de mi proyecto.
Por favor, recuerde
que los críticos culinarios no compran puchos cuchillos. Toquemos madera, pero
en este caso la simpatía de la industria podría muy bien estar conmigo.
Conmigo, UI1 héroe de las bases. Nunca se sabe.
Cualquier pequeña
inversión que puedan hacer nos beneficiará a ambos.
Cuantos más recursos
puedan proporcionarme para que evite ser capturado, menos probable será que
este detalle desafortunado llegue nunca al conocimiento del usuario medio de
cuchillos. Si ustedes me regalan solamente cinco millones de dólares, yo podré
emigrar y vivir desapercibido en otro país, muy, muy lejos del mercado
demográfico de ustedes. Ese dinero permitirá a su empresa una ascensión segura
hasta un futuro luminoso. Y a mí, el dinero me permitirá formarme en una nueva
línea de trabajo, una nueva carrera.
O si me pagan
solamente un millón de dólares, me cambiaré a los cuchillos Sta-Sharp... Y si
me detienen juraré que solamente he usado sus productos de baja calidad durante
todo mi proyecto...
Un millón de dólares.
¿Qué es eso comparado con la lealtad a una marca?
Para contribuir, por
favor, publiquen un anuncio este domingo próximo en su periódico local. Cuando
vea ese anuncio, yo me pondré en contacto con ustedes para aceptar su ayuda.
Hasta entonces, tengo que continuar con mi trabajo. Y si no me responden, me
veré obligado a buscar otro objetivo.
Gracias por tener en
cuenta mi petición. Espero tener noticias suyas pronto.
En este mundo, donde
tan poca gente dedica su vida a fabricar un producto de calidad duradera,
tienen ustedes mi aplauso.
Sigo siendo, como
siempre, su mayor fan.
Richard
Talbott
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