“El hacha”, de
Agota Kristof
Pase, doctor. Es aquí, sí. Yo lo he llamado, sí. Mi marido ha tenido un
accidente. Sí, creo que es un accidente grave. Muy grave. Hay que subir al
primer piso. Está en nuestro dormitorio. Por aquí. Discúlpeme, la cama no está
hecha. Como comprenderá, me he alarmado cuando he visto tanta sangre. No sé si
tendré el valor de limpiar todo esto. Creo que iré a vivir a otro sitio.
Aquí está la habitación, venga. Está aquí, al lado de la cama, sobre la
alfombra. Tiene un hacha clavada en el cráneo. ¿Quiere examinarlo? Sí,
examínelo. Vaya accidente más estúpido, ¿verdad? Se cayó de la cama
mientras dormía y cayó sobre esta hacha.
Sí, el hacha es nuestra. Suele estar en el salón, al lado de la chimenea,
sirve para cortar ramas.
¿Qué por qué estaba al lado de la cama? No tengo ni idea. Seguramente él
mismo la apoyó contra la mesita de noche. Tal vez temía a los ladrones. Nuestra
casa está bastante aislada.
¿Dice usted que está muerto? Enseguida creí que estaba muerto pero pensé
que sería mejor que un médico se asegurara.
¿Quiere hacer una llamada? ¡Ah, sí! A la ambulancia ¿verdad? ¿A la policía?
¿Por qué? Ha sido un accidente. Simplemente se ha caído de la cama sobre un
hacha. Sí, es extraño, pero hay montones de cosa que pasan así, de la forma más
tonta.
¿No estará pensando que he sido yo la que ha puesto el hacha al lado de la
cama para que se caiga encima? ¡Cómo iba a saber que se caería de la
cama!
¿Acaso cree que lo he empujado y luego me he dormido tan tranquila, por fin
sola en nuestra cama grande, sin oír sus ronquidos ni notar su olor?
Doctor, no irá usted a suponer semejantes cosas, no puede…
Es verdad, he dormido bien. Hacía años que no dormía tan bien. No me he
despertado hasta las ocho de la mañana. He mirado por la ventana. Hacía viento.
Las nubes blancas, grises, redondas, jugaban frente al sol. Me sentía feliz y
pensaba que con las nubes uno nunca sabe. A lo mejor se dispersaban —corrían
tan rápido— o formaban un conjunto y descendían sobre nosotros en forma de
lluvia. Me daba igual. Me gusta mucho la lluvia. De hecho, esta mañana todo me
parecía maravilloso. Me sentía aliviada, liberada de una carga que hace tanto
tiempo…
Fue entonces cuando, al volver la cabeza, vi el accidente y enseguida le
llamé.
Usted también quiere hacer una llamada. Aquí está el aparato. Va a llamar a
la ambulancia para que se lleven el cuerpo, ¿verdad?
¿Cómo que la ambulancia es para mí? No lo entiendo. No estoy herida. No me
he hecho ningún daño, estoy muy bien. La sangre que llevo en el camisón es de
mi marido, ha salpicado cuando…
No hay comentarios:
Publicar un comentario