OBSERVACIONES
SOBRE LA PROSA NARRATIVA
Marcel Pagnini
A través de sus observaciones sobre la prosa narrativa, Pagnini nos
ofrece una completa caracterización estructural de la narrativa literaria,
donde la novela es uno de los principales focos de atención.
HISTORIA Y
DISCURSO
Todorov
distingue entre historia y discurso, entendiendo por historia los sucesos que
se han de narrar (lo que los formalistas rusos denominaron fábula y las
antiguas retóricas, inventio), y por discurso los acontecimientos narrados,
en donde lo que verdaderamente cuenta no son los sucesos como tales, sino el
modo en que el narrador nos lo comunica. La primera característica del
discurso es la obligatoria linealidad del desarrollo en el tiempo (frente al
tiempo de la historia que es pluridimensional y, por consiguiente, ofrece
también acontecimientos simultáneos). Esta característica constriñe al
narrador a una serie de planteamientos sobre lo que debe decir antes o
después, o bien en el medio, interrumpiendo el discurso, etc., de suerte que
se produzcan deformaciones de la historia en «cadena», por
"alternancia" o por «inserción». Como es natural, el valor
estético de la narración depende en sumo grado de las decisiones que tome el
autor respecto de la composición de esa linealidad. Podemos decir que
la distribución de los miembros narrativos tiene la misma importancia (y
necesidad) que la distribución de los elementos lingüísticos en el
verso. El cambio de uno de ellos puede significar la destrucción de un
efecto determinado.
Es muy
importante el paso narrativo. El autor puede abreviar los hechos, bien
mediante rápidas informaciones, bien con el recurso de un personaje narrador;
también puede representarlos en sentido dramático con diálogos y
acciones. La distribución adecuada de estos módulos narrativos, con
diferentes velocidades, crea un ritmo especial que controla la emoción —el «suspense»,
por ejemplo—, distribuye el énfasis, etc.
La segunda
característica esencial del discurso, que Todorov extrae de investigaciones
de otros teóricos de la narrativa, es la relación que se establece entre el
personaje y el narrador desde el punto de vista del conocimiento. Puede
suceder (a) que el narrador sea omnisciente; (b) que esté al mismo nivel que
el personaje y, por tanto, no pueda proporcionar explicación alguna hasta que
el personaje la haya madurado, y (c) que esté por debajo del personaje, de
forma que sólo pueda describir lo que ve y siente.
EL IDEAL
DRAMÁTICO
Otra
técnica narrativa consiste en la inexistencia del narrador. Se confía
todo a los personajes que, en ocasiones, cumplen la función de puntos de
vista. Es el método preferido por H. James, aunque aplicado antes por
G.Meredith, siente y piensa con la conciencia de uno u otro personaje.
Este sentido de objetividad absoluta recibe el nombre de ideal dramático y ha
sido el género más utilizado por los autores del siglo XX. No cabe duda
de que esta predilección se debe a las mismas razones por las que se prefirió
el símbolo, puesto que los diversos puntos de vista conforman una realidad
poligonal, que respeta la complejidad de las experiencias cósmicas y sociales
inseguras y contradictorias. El método puede acrecentarse en una
red muy sutil y complicada de reacciones subjetivas que frenan
extraordinariamente el paso narrativo para imitar los procesos de reflexión
del personaje y sus monólogos interiores (cfr. en especial la última «fase»
de H. James en The Golden Bowl y The Wings of the Dove).
Observemos,
frente a tanta crítica partidista y tantas poéticas triunfalistas, que el
ideal dramático es sencillamente una técnica y que la presencia del autor,
por patente que sea, no es un hecho necesariamente negativo. Por
ejemplo, el humor inglés se debe por completo a la presencia del narrador,
que es el personaje más importante y cautivador de la estructura (cfr. Sterne
y también Dickens). El problema no se puede resolver de una manera apriorística.
La solución estribará no poco en darse cuenta si el narrador está tratado
como un personaje o como una abstracta voz moral
EL
NARRADOR
Hemos
subrayado la importancia que tiene en la narrativa la relación emisor-mensaje
para toda consideración temática. Dicha relación existe siempre,
incluso cuando la narración está en primera persona y parece ofrecer una
identificación absoluta entre narrador y personaje que narra. Es obvio
que esta identificación puede darse en cualquier momento, si bien el
personaje que cuenta algo es de alguna manera una proyección dramática, y
muchos significados brotan del contacto del escritor con su personaje en
primera persona.
En el caso
de la narración en tercera persona, la técnica permite al narrador alejarse
del mundo representado; sin embargo, la tensión se produce entre el mundo de
los personajes, los hechos y el punto de vista del narrador, que, por otra
parte, suele ser ficticio la mayoría de las veces.
Tenemos un
buen ejemplo en Huckleberry Finn, de Mark Twain, en donde el autor parece
haber abdicado por completo a favor de Huck, si bien la suprema ironía de la
novela (por ejemplo, la huida al revés de Jim, el desprecio hacia los
pioneros de la frontera, la relación Huck-Tom Sawyer, etc.) se deriva del
punto de vista de este ente superior que ordena los hechos de un modo
significativo más allá de la menor consciencia por parte de su
protagonista. Con razón ha afirmado Franz Stanzel que la transformación
peculiar de la acción narrativa sobreviene en el proceso de distanciamiento
entre el narrador y el personaje que cuenta algo, proceso en el que se
capta la interpretación de todo lo acaecido y su valor espiritual.
Incluso los diferentes episodios de una vida picaresca pueden encerrar «significado
literario».
CUATRO
CLASES DE NARRATIVA
N. Frye
distingue cuatro clases dentro de la narrativa, muy útiles para la
clasificación de obras que, de otro modo, serían difícilmente catalogables: novel,
romance, confession y anatomy. Estos tipos suelen combinarse de un modo
híbrido en obras que, si bien es fácil descubrir la pertenencia a uno de
ellos, casi nunca se encuentran en estado puro.
La
diferencia entre novel y romance (novela y relato fantástico) consiste
principalmente en que el romance no se propone crear personajes verdaderos,
sino más bien figuras estilizadas que tienden al tipo psicológico y, además,
no se preocupa de colocarlas en un marco social consistente (Trollope
prefiere el novel; en cambio, William Morris, Walter Scott y Nathaniel
Hawthorne, el romance). Es posible también la convivencia de los dos tipos
(Don Quijote, Madame Bovary, Lord Jim) y entonces el punto de vista irónico
surge de la situación novelesca. El romance tiende a la alegoría
(Pilgrim´s Progress, de Bunyan) y se sitúa entre el novel, que trata de los
hombres, y el mito, que trata de los dioses. El novel tiende a
ser un sucedáneo de la historia (Tom Jones, de Fielding; Little Dorrit, de
Dickens; I promessi sposi).
La
confesión es una autobiografía, aunque no necesariamente del narrador, ya que
éste puede asumir exigencias formales de integración y organización estética
de la experiencia (San Agustín, Religio Medici de Thomas Browne, Montaigne, Rousseau)
o bien crear un personaje que se confiesa (Moll Flanders, de Daniel Defoe).
El
monólogo interior permite una fácil fusión del novel, o el romance, con el
género autobiográfico. Por lo general, en la confession prevalece un
interés teórico: religioso, político, artístico, etc. Es un género
intimista e intelectual.
El género
llamado anatomy, inventado por Menipo y utilizado por Petronio, Apuleyo, Rabelais,
Swift, Voltaire, Stern, etc., no se interesa tanto por los hechos de los
personajes como por el libre juego de la fantasía intelectual y de la acción
humorística, satírica y caricaturesca. Es una visión intelectual del
mundo y suele violentar la lógica usual de la narrativa. Es
característico el despliegue de una profunda erudición, como lo demuestra Anatomy of Melancholy, de Robert
Burton, de donde Frye tomó la denominación.
EL CUENTO
Mención
aparte merece el «cuento» (short story)
que, como se sabe, ha tenido gran importancia en la literatura
norteamericana, y cuya definición genérica han intentado trazar críticos y
teóricos. Quizá la mejor definición la haya dado C. Hamilton, para
quien la short story «tiende a un
único efecto narrativo mediante la máxima economía de medios a cambio de la
máxima intensidad». Esta definición repite prácticamente cuanto
afirmara a propósito de su género preferido E. A. Poe, a saber: «unidad
de efectos», "brevedad" que permita una lectura sin interrupciones,
«economía verbal».
Indudablemente,
toda definición preconcebida es discutible e incluso susceptible de
negación, pues la diferencia entre novela y cuento no es tan sólo
cuestión de longitud. Esto se ve con claridad, por ejemplo, en
Eichenbaum, quien afirmó que "la novela y el relato corto no son formas
homogéneas sino, por el contrario, formas diferentes la una de la otra",
y añade: "la novela es una forma sincrética" mientras que el
relato corto «es una forma fundamental, elemental» («viene del cuento, de la anécdota»);
«en el relato corto como en la anécdota, todo tiende hacia la concusión», y
también «el relato corto debe lanzarse con ímpetu, como un proyectil con
todas sus fuerzas desde un avión para hacer blanco sobre el objetivo previsto».
EL HÉROE
PROBLEMÁTICO
Gyorgy
Lukács ha afirmado, en una tesis suya ya famosa, que la historia de la novela
es una búsqueda de valores auténticos por parte de un héroe
("problemático" en ruptura con su mundo deteriorado, conformista y
convencional. Así pues, el héroe pertenecerá a uno de los tres tipos
siguientes: (a) el idealista abstracto, inadaptado a la complejidad del
mundo (Don Quijote, Le Rouge et le Noir) ; (b) el héroe pasivo,
viviseccionado psicológicamente (Oblomow, Education sentimentale), y (c) el héroe
maduro, viril, que, aun no aceptando el mundo convencional, renuncia a la
búsqueda problemática (Wilhelm Meister, de Goethe)
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Tomado de: Estructura
literaria y método crítico. Marcel Pagnini. Madrid: Cátedra, 1992.
Traducción de Carlos Mazo del Castillo. pp. 100-111
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