El cuento ultracorto bajo el microscopio
Lauro Zavala
Aquí llamo ultracorto a todo cuento
cuya extensión no rebasa las 200 palabras. En estas notas señalo la existencia
de una gran diversidad de formas de hibridación genérica, gracias a la cual el cuento
brevísimo se entremezcla, y en ocasiones se confunde, con formas de la
escritura como la crónica, el ensayo, el poema en prosa y la viñeta, y con
varios géneros extraliterarios.
La investigadora venezolana Violeta
Rojo propone llamar minicuento a la narrativa que tiene las siguientes
características: brevedad extrema; economía de lenguaje; juegos de palabras;
representación de situaciones estereotipadas que exigen la participación del
lector, y carácter proteico. Esto último puede presentarse en dos modalidades:
ya sea la hibridación de la narrativa con otros géneros literarios o
extraliterarios, en cuyo caso la dimensión narrativa es la dominante; o bien la
hibridación con géneros arcaicos o desaparecidos (fábula, aforismo, alegoría,
parábola, proverbios y mitos), con los cuales se establece una relación
paródica. El ejemplo paradigmático de minicuento es “El dinosaurio” (1959) de
Augusto Monterroso.
En el estudio de estos minicuentos es
necesario considerar, además de la brevedad extrema, los siguientes elementos
característicos: diversas estrategias de intertextualidad (hibridación
genérica, silepsis, alusión, citación y parodia); diversas clases de
metaficción (en el plano narrativo: construcción en abismo, metalepsis, diálogo
con el lector) (en el plano lingüístico: juegos de lenguaje como lipogramas,
tautogramas o repeticiones lúdicas); diversas clases de ambigüedad semántica
(final sorpresivo o enigmático), y diversas formas de humor (intertextual) y de
ironía (necesariamente inestable).
Todos los estudiosos del cuento
ultracorto señalan que el elemento básico y dominante debe ser la naturaleza
narrativa del relato. De otra manera, nos encontramos ante lo que algunos
autores han llamado un minitexto pero no ante un minicuento; es decir un texto
ultracorto, pero no un cuento ultracorto.
Sin embargo, el elemento propiamente
literario —tanto en los minitextos como en los minicuentos— es la ambigüedad
semántica, producida, fundamentalmente, por la presencia de un final sorpresivo
o enigmático, que exige la participación activa del lector para completar el
sentido del texto desde su propio contexto de lectura.
La intensidad de la presencia de los
elementos estructurales indicados hacen del cuento ultracorto una forma de
narrativa mucho más exigente para su lectura que la novela realista o el cuento
de extensión convencional.
Antes de 1956, fecha de publicación
de la Breve historia del cuento mexicano de Luis Leal, entre los
principales cultivadores del cuento muy breve en México se encontraban Carlos
Díaz Dufoo II, Julio Torri, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Mariano Silva y Aceves,
Genaro Estrada, Juan José Arreola, Juan Rulfo y algunos otros, cuya tradición
continúa hasta hoy. Habría que añadir que de todos estos escritores sólo Paz y
Reyes llegaron a practicar directamente la escritura del haiku.
La actual popularidad del género se
puede deber, tal vez, al crecimiento editorial y al incremento de estudios y
talleres dedicados al cuento, a la crisis de la sociedad civil (con la
consiguiente multiplicación de voces públicas) y sin duda a la creación del
Concurso de Cuento Breve de la revista “El Cuento”.
Cuento y poema en prosa: Instrucciones para cruzar
la frontera
La consideración fundamental en el
estudio de todas las formas de textos breves es el problema de la escala. Sin
embargo, un rasgo común a todos estos tipos de textos es su tendencia lúdica
hacia la hibridación genérica, especialmente en relación con el poema en prosa,
el ensayo, la crónica y la viñeta, y con numerosos géneros no literarios.
Este fenómeno, el de la hibridación
genérica, ha sido estudiado por Linda Egan en el contexto de la distinción
entre crónica y cuento en la escritura de algunos narradores mexicanos
contemporáneos. Señala Linda Egan con agudeza que “del llamado artículo de
costumbres, inventado en México por Guillermo Prieto, se distinguían (al menos)
cuatro géneros: el cuento, la crónica, el ensayo y la nota periodística. Nunca
ha sido fácil distinguir entre ellos en México”.
Si esto ocurre en el cuento de
extensión convencional, en el caso del cuento muy breve encontramos, además,
una gran proximidad con el poema en prosa y, en algunos casos, una apropiación
paródica de las reglas genéricas de la parábola o la fábula, o incluso del
aforismo, la definición, el instructivo, la viñeta y muchos otros géneros
extraliterarios.
Para algunos autores (Bell, Imhof,
Baxter), la diferencia entre el cuento ultracorto y el poema en prosa es sólo
una cuestión de grado, e incluso puede depender de la manera de leer el texto.
Tal vez por esta razón algunos textos de Julio Torri (“De fusilamientos”, “La
humildad premiada” y “Mujeres”), que en base a todo lo visto hasta aquí pueden
ser considerados legítimamente como cuentos ultracortos, han sido incluidos en
sendas antologías del ensayo (J.L. Martínez) y del poema en prosa (L.I.
Helguera).
En la misma antología del poema en
prosa en México se incluyen varios de los más breves textos de La oveja
negra de Augusto Monterroso, del Bestiariode Juan José
Arreola, y de Gente de la ciudad de Guillermo Samperio, es
decir, textos que pueden ser considerados como cuentos muy cortos o
ultracortos. De cualquier manera, todos estos escritores son conocidos
principalmente por su trabajo como cuentistas.
En el cuento breve mexicano hay
numerosos casos de textos de naturaleza lírica, es decir, construidos a partir
de un “yo” narrativo que contempla el mundo de un modo particular, con
orientación pictórica o musical, fragmentación temporal y mayor atención al
espacio. Esta escritura es muy evidente, por ejemplo, en una tradición que va
de los cuentos poéticos de Carlos Díaz Dufoo II hasta la Caja de herramientas
de Fabio Morábito. El libro paradigmático es, sin duda, ¿Aguila o sol? de
Octavio Paz.
Tal vez es necesario reconocer, como
lo hace Irving Howe, que el cuento es a otras formas de la ficción lo que la
lírica es a otras formas de la poesía, o, en palabras de Azorín: “El cuento es
a la prosa lo que el soneto al verso”.
Cuento o viñeta: Distinción precisa pero
irrelevante
En varios libros de cuento escritos
en un tono lírico se han incluido brevísimas viñetas, es decir, textos en los
que hay la descripción de una situación sin ofrecer el contexto al que
pertenece, como es el caso de algunos cuentos ultracortos contenidos en De
noche vienes de Elena Poniatowska y Sólo los sueños… de
Edmundo Valadés.
A su vez, en algunos libros de
ficción novelesca se han incorporado textos muy breves, como en el ya
mencionado caso de La señora Rodríguez y otros mundos de
Martha Cerda y de Terra Nostra de Carlos Fuentes, dos autores
cuya narrativa es marcadamente metaficcional.
En algunos otros libros no se
establece ninguna distinción tipográfica o estructural entre los textos
narrativos y la presencia de viñetas. Estos son libros propiamente híbridos,
como Gente de la ciudad, La rebelión de los enanos calvos, Castillos
en la letra y La musa y el garabato.
Por último, algunos libros contienen
viñetas con una narrativa condensada y elíptica, como es el caso paradigmático
de Los relámpagos de Ethel Krauze.
Todo lo anterior nos lleva a concluir
que la distinción entre cuento y viñeta puede ser de interés para algunos
críticos pero no lo es para los escritores, al menos en el momento de organizar
sus textos para ofrecerlos a la lectura.
Ensayo narrativo y otras formas fronterizas
El referente imprescindible del
desplazamiento genérico entre cuento breve y ensayo en México es el Manual
del distraído (1978) de Alejandro Rossi. A partir de este caso
paradigmático tal vez podría hablarse de al menos cinco estrategias de
hibridación en el cuento breve contemporáneo en México:
En primer lugar hay distintas formas
de ensayos narrativos, como los de carácter patafísico (Hugo Sáez en Cuadernos
patafísicos) o de carácter hiperbólico y paródico (Hugo Hiriart en Disertación
sobre las telarañas).
Otro grupo de autores escribe libros
de crónicas-ensayo de naturaleza narrativa: Carlos Monsiváis, Armando Ramírez,
Ignacio Trejo, Emiliano Pérez Cruz, Hermann Bellinghausen, Guillermo Sheridan,
José Joaquín Blanco y un largo etcétera.
También hay un nutrido grupo de
textos en los que se proponen otras formas híbridas y paródicas. Entre estas
formas, difícilmente repetibles, están las siguientes: relato como ensayo
epistolar (Bárbara Jacobs en Escrito en el tiempo); parábolas
paródicas (Augusto Monterroso en La oveja negra y demás fábulas);
banquete platónico (Moreno-Morábito-Castañón enMacrocefalia); crónicas
imaginarias (Juan Villoro en Tiempo transcurrido); metaforización
narrativa (Fabio Morábito en Caja de herramientas); ucronías
oulipianas (Oscar de la Borbolla en Ucrónicas y Las
vocales malditas); adivinanzas como cuentos como poemas en prosa (Manuel
Mejía Valera en Adivinanzas); reseñas apócrifas (Ilán Stavans en
el Manual del perfecto reseñista); parodias parabólicas (René
Avilés Fabila en Fantasías en carrusel y varios otros
títulos), y crónicas ficcionalizadas (Cristina Pacheco en Sopita de
fideo y varios otros títulos).
Además de los géneros mencionados
hasta aquí (poema en prosa, ensayo, crónica y viñeta), hay numerosos géneros de
la escritura breve que son hibridizados o parodiados en la narrativa
ultracorta. Entre estas formas de escritura breve podrían ser mencionadas las
siguientes: escritura oracular, aforismo, mito, definición, instructivo,
fábula, palíndromo, solapa, reseña bibliográfica, parábola, confesión, alegoría
y grafito. En México hay al menos un grupo de textos escritos en cada uno de
estos géneros híbridos. En todos los casos la tónica dominante suele ser la
narrativa o los elementos propios del cuento breve o los señalados
anteriormente para el cuento ultracorto.
Por último, algunos autores practican
una escritura fronteriza de carácter dialógico, es decir, una narrativa breve
escrita desde fuera de la literatura, como es el caso de los cuentos cortos y
muy cortos del Subcomandante Marcos y de los textos antropológicos de Roger
Bartra. El primero es autor de parábolas civiles con una amplia difusión
nacional, escritas en la selva lacandona sobre una computadora portátil, y
cuyas raíces pertenecen simultáneamente a la cultura indígena y al canon de la
tradición occidental. El segundo ha intercalado una serie de parodias
parabólicas en su estudio sobre los mitos de la identidad del mexicano, La
jaula de la melancolía (1987), al estilo de las Mitologías (1957)
de Roland Barthes.
En conjunto, esta abundancia es
suficiente para pensar en la formación paulatina de un nuevo canon de lectura.
Conclusión
Tal vez el auge reciente de las
formas de escritura itinerante propias del cuento brevísimo, y en particular
las del cuento ultracorto, son una consecuencia de nuestra falta de espacio y
de tiempo en la vida cotidiana contemporánea.
Y seguramente también este auge tiene
relación con la paulatina difusión de las nuevas formas de la escritura,
propiciadas por el empleo de las computadoras. El futuro del cuento ultracorto
es tan grande como nuestra imaginación.
Lauro Zavala: Profesor investigador
titular en la Universidad Autónoma Metropolitana, Campus Xochimilco, México.
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