KAFKA Y SUS PRECURSORES
Jorge Luis Borges
Yo
premedité alguna vez un examen de los precursores de Kafka. A éste, al
principio, lo pensé tan singular como el fénix de las alabanzas retóricas; a
poco de frecuentarlo, creí reconocer su voz o sus hábitos, en textos de
diversas literaturas y de diversas épocas. Registraré unos pocos aquí, en orden
cronológico.
El
primero es la paradoja de Zenón contra el movimiento. Un móvil que está en A
(declara Aristóteles) no podrá alcanzar el punto B, porque antes deberá
recorrer la mitad del camino entre los dos, y antes la mitad de la mitad, y
antes, la mitad de la mitad, y así hasta el infinito; la forma de este ilustre
problema es, exactamente, la de El Castillo, y el móvil y la flecha
y Aquiles son los primeros personajes kafkianos de la literatura. En el segundo
texto que el azar de los libros me deparó, la afinidad no está en la forma sino
en el tono. Se trata de un apólogo de Han Yu, prosista del siglo IX, y consta
en la admirable Anthologie raisonée de la littérature
chinoise (1948) e Margoulié. Ese es el párrafo que marqué, misterioso
y tranquilo: "Universalmente se admite que el unicornio es un ser
sobrenatural y de buen agüero; así lo declaran las odas, los anales, las
biografías de varones ilustres y otros textos cuya autoridad es indiscutible.
Hasta los párvulos y las mujeres del pueblo saben que el unicornio constituye
un presagio favorable. Pero este animal no figura entre los animales
domésticos, no siempre es fácil encontrarlo, no se presta a una clasificación.
No es como el caballo o el toro, el lobo o el ciervo. En tales condiciones,
podríamos estar frente al unicornio y no sabríamos con seguridad que lo es.
Sabemos que tal animal con crin es caballo y que tal animal con cuernos es
toro. No sabemos cómo es el unicornio."
El
tercer texto procede de una fuente más previsible; los escritos de Kierkegaard.
La finalidad mental de ambos escritores es cosa de nadie ignorada; lo que no se
ha destacado aún, que yo sepa, es el hecho de que Kierkegaard, como Kafka,
abundó en parábolas religiosas de tema contemporáneo y burgués. Lowrie, en su
Kierkegaard, transcribe dos. Una es la historia de un falsificador que revisa,
vigilado incesantemente, los billetes del Banco de Inglaterra; Dios, de igual
modo, desconfiaría de Kierkegaard y le habría encomendado una misión,
justamente por haber avezado el mal.
El
sujeto de otra son las expedientes al Polo Norte. Los párrocos habrían
declarado desde los púlpitos que participar en tales expediciones conviene a la
salud eterna del alma. Habrían admitido, sin embargo, que llegar al Polo es
difícil y tal vez imposible y que no todos pueden acometer la aventura.
Finalmente, anunciarían que cualquier viaje -de Dinamarca a Londres, digamos en
el vapor de la carrera-, o un paseo dominical en coche de plaza, son, bien
mirados, verdaderas expediciones al Polo Norte, La cuarta de las
Prefiguraciones la hallé en el poema Fears and Scruples de
Browning, publicado en 1876. Un hombre tiene, o cree tener, un amigo famoso.
Nunca lo ha visto y el hecho es que éste no ha podido, hasta el día de hoy,
ayudarlo, pero se cuentan rasgos suyos muy nobles, y circulan cartas
auténticas. Hay quien pone en duda los rasgos, y los grafólogos afirman la
apocrifidad de las cartas. El hombre, en el último verso, pregunta: "¿Y si
este amigo fuera Dios?".
Mis
notas registran asimismo dos cuentos. Uno pertenece a las Histories
désobligeantes de León Bloy y refiere el caso de unas personas que
abundan en globos terráqueos, en atlas, en guías de ferrocarril y en baúles, y
que mueren sin haber logrado salir de su pueblo natal. El otro se titula
Carcassonne y es obra de Lord Dunsany. Un invencible ejército de guerreros
parte de un castillo infinito, sojuzga reinos y ve monstruos y fatiga los desiertos
y las montañas, pero nunca llegan a Carcasona, aunque alguna vez la divisan.
(Este cuento es, como fácilmente se advertirá, el estricto reverso del
anterior; en el primero, nunca se sale de una ciudad; en el último, no se
llega).
Si
no me equivoco, las heterogéneas piezas que he enumerado se parecen a Kafka; si
no me equivoco, no todas se parecen entre sí. Este último hecho es el más
significativo. En cada uno de esos textos está la idiosincrasia de Kafka, en
grado mayor o menor, pero si Kafka no hubiera escrito, no la percibiríamos;
vale decir, no existiría. El poema Fears and Scruples de
Browning profetiza la obra de Kafka, pero nuestra lectura de Kafka afina y
desvía sensiblemente nuestra lectura del poema. Browning no lo leía.
Como
ahora nosotros lo leemos. En el vocabulario crítico, la palabra precursor es
indispensable, pero habría que tratar de purificarla de toda connotación de
polémica o rivalidad. El hecho es que cada escritor crea sus precursores. Su
labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro.
En esta correlación nada importa la identidad o la pluralidad de los hombres.
El primer Kafka de Betrachtung es menos precursor del Kafka de los mitos
sombríos y de las instituciones atroces que Browning o Lord Dunsany.
Jorge
Luis Borges. «Kafka y sus precursores», publicado en Otras
Inquisiciones (1952).
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